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Comentario ofrecido por la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, con relación a la aprobación en EEUU de la Ley de gastos en la defensa

2434-27-12-2016

No hemos dejar pasar desapercibido el hecho de que la Ley de gastos destinados a la defensa firmada por Barack Obama el pasado 23 de diciembre, de nuevo, como en los últimos años, contiene numerosas indicaciones al Pentágono sobre cómo han de ser vertebradas las relaciones con Rusia. Así, se mantiene la prohibición de la cooperación militar hasta que Rusia “suspenda la ocupación del territorio ucraniano”, “empiece a cumplir con sus obligaciones” en el marco de los Acuerdos de Minsk y “ponga fin a las muestras de agresión que amenazan la soberanía de la OTAN”.

No puede menos de provocar sorpresa esta insistencia en vincular los contactos bilaterales en la esfera militar con la crisis en Ucrania. Nuestros interlocutores estadounidenses habrían de reconocer un hecho evidente, la decisión de la población de Crimea de volver a formar parte de la Federación de Rusia y la actual deprimente situación en Ucrania no son consecuencia de la presunta “agresión rusa”, sino resultado directo del golpe de Estado perpetrado en Kiev hace casi 3 años, inspirado y apoyado por la actual Administración de la Casa Blanca. En vez de reprocharnos el “incumplimiento” de los Acuerdos de Minsk de los que ni siquiera somos parte firmante, Washington habría de hacer a sus protegidos de Kiev cumplir con el mencionado documento, dado que muestran falta de interés en solucionar el conflicto en Donbás.

Es todavía más cuestionable la forma en la cual amenazamos la soberanía y la integridad territorial de los países miembros de la OTAN, dado      que precisamente EEUU y sus aliados demuestran excesivas actividades en el mencionado campo, amplían las fronteras de la Alianza del Atlántico del Norte y acercan sus arsenales a nuestras fronteras. Por lo tanto, es natural que hayamos de tener en cuenta este factor, a la hora de elaborar nuestros propios programas de desarrollo militar.

Una importante parte del documento está dedicada a la defensa antimisiles. Si antes la defensa antimisiles de EEUU se planteaba el objetivo de responder a “golpes restringidos” dirigidos contra el país, en la actualidad ha de encargarse de una defensa “escalonada eficaz y fiable” contra un ataque con misiles. De esta forma es evidente que se han dejado al lado las socorridas historietas sobre “la amenaza nuclear por parte de Iran y Corea del Norte” que justificaban la necesidad de desplegar el escudo antimisiles y se nos da a entender que los planes de Washington son mucho más abarcadores y van encaminados a echar por tierra la paridad nuclear con Rusia, para que sean alcanzadas ventajas unilaterales en esta esfera estratégica.

La Ley estipula un cierto grado de cooperación con Rusia en aquellos casos que es efectuada “en aras de la seguridad de EEUU”. No se trata de cooperar en el marco de los acuerdos para el control de armamentos ni para las garantías de la operación en Afganistán. Esta actitud selectiva es de entrada viciosa, de lo que fue prueba irrefutable la situación  en Siria, donde Washington ha renunciado a la cooperación de gran envergadura en la lucha contra el terrorismo.

En vez de ofrecer de manera conjunta resistencia a los extremistas de toda calaña, medida que llevamos promoviendo desde hace tiempo, EEUU apuesta por prestar ayuda militar a los grupos antigubernamentales que en poco se diferencian de los más sanguinarios bandidos. Esta nueva Ley llega a estipular la posibilidad de suministrarles armas, incluidos los sistemas móviles de defensa antiaérea.

La Administración de Barack Obama no puede menos de darse cuenta de que los armamentos suministrados no tardarán en ir a parar en las manos de los yihadistas, con los que lleva mucho tiempo cooperando la “oposición moderada”. Posiblemente incluso se cuenta con ello, dado que de hecho se hace de patrono del grupo terrorista Frente al-Nusra que es brazo de Al-Qaeda. No hay otra forma de calificarlo, si no como cooperación con los terroristas.

La pertinente decisión presenta además amenaza directa para la aviación de las Fuerzas Armadas rusas y para los efectivos y el personal de la Embajada de Rusia en Siria que en más de una ocasión han sido víctimas de ataques. De modo que consideramos este paso como muestra de una actitud poco amistosa.

La Ley contiene otros detalles que afectan los intereses rusos, incluida la acusación carente de pruebas de haber infringido el Tratado INF formulada contra de Rusia y la infundada preocupación por el incumplimiento por Moscú del Tratado START y el Tratado de Cielos Abiertos. Lo importante es que del documento en cuestión se desprende la tarea de elaborar a un ritmo acelerado armamentos en el marco de la Estrategia estadounidense de “Golpe relámpogo global”. En otras palabras, Washington abiertamente agita las armas.

Por muy sorprendente que pueda parecer la Ley de gastos destinados a la defensa, otorga al presidente de EEUU la potestad de introducir sanciones contra todo ciudadano extranjero que, a su juicio, pueda tener algo que ver con la violación de los derechos humanos. De esta forma Barack Obama confirió a la llamada Ley Magnitski carácter global, minando las relaciones de su país no sólo con Rusia, sino con el mundo entero. Parece ser una antigua tradición de la política exterior de Washington recurrir al tema de los derechos humanos. Sin embargo, a partir de ahora esta “implantación de la democracia a la estadonidense” es potestad del Pentágono.

En general, da la sensación de que con la aprobación de la mencionada Ley la Administración saliente intenta minar las labores de la próxima Administración, complicándole la posición en la arena internacional e imponer la viciosa política antirrusa, junto con una frenética introducción de nuevas sanciones. Esta errónea sensación de que se puede presionar a Rusia no hizo sino conducir a un atolladero a la Administración de Barack Obama. Esperemos que el nuevo equipo de la Casa Blanca se comporte de una forma más sensata.