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Discurso pronunciado por el jefe adjunto de la delegación de la Federación de Rusia y jefe del Departamento para la No Proliferación y Control de Armamento del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, Mijaíl Uliánov, en el 61º período de sesiones de la Conferencia General del OIEA, durante la aprobación de la resolución “Implementación del Acuerdo de Salvaguardias entre el Organismo y la República Popular Democrática de Corea conforme al Tratado de No Proliferación Nuclear”, Viena, 22 de septiembre de 2017

1795-23-09-2017

 

Señora Presidenta,

La delegación rusa se ha adherido al consenso sobre la resolución de Implementación del Acuerdo de Salvaguardias entre el Organismo y la República Popular Democrática de Corea conforme al TNP debido a las siguientes circunstancias.

En primer lugar, la situación extremadamente alarmante en la península de Corea y en torno a ella realmente impone la necesidad de una respuesta por parte de la Conferencia General, máxime cuando el problema nuclear de la península de Corea es de incumbencia directa del mandato del OIEA.

Segundo, la disposición de los autores del borrador a tomar en consideración una serie de observaciones fundamentales de Rusia nos permitió apoyarlo. Como consecuencia, se suprimieron del texto preceptos que excedían de las competencias del OIEA, como los relativos a los lanzamientos de misiles balísticos. Se hizo un poco más de hincapié en la importancia de los esfuerzos políticos y diplomáticos.

Sin embargo, el texto aprobado dista de ser perfecto. Existen dudas fundadas de que esta resolución contribuya mínimamente a la resolución del problema.

Durante las negociaciones del proyecto tuvimos claro que sus autores apostaban por seguir aumentando la presión a Pyongyang, confiados en que con un poco más Corea del Norte se vería obligada a aceptar las exigencias de la comunidad internacional. En realidad, no vemos motivos para ilusionarnos tanto. La práctica muestra lo contrario: a cada nueva resolución con sanciones Pyongyang responde con nuevos ensayos, de bomba nuclear o de misil balístico. ¿Cuántas veces más se tiene que repetir eso para que todos aprendamos la lección y optemos por un proceder más productivo que nos dé la posibilidad de solucionar lo antes posible este problema gravísimo?

Parece ser que algunos de nuestros socios tienen lagunas en su memoria institucional. Les recordaré que el instrumental de sanciones se empleó por primera vez a gran escala a principios de los años 90, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU impuso un embargo comercial y económico casi total contra Irak y la antigua Yugoslavia. Al cabo de muy poco quedó claro que las sanciones no ayudaban a lograr los objetivos planteados, pero tenían unas consecuencias humanitarias inaceptables. En el caso de la antigua Yugoslavia, la salida a esta tremenda situación se logró gracias al acuerdo de Dayton, y en lo que respecta a Irak, a través de la puesta en marcha del programa Petróleo por Alimentos. Pero muchos ahora recuerdan mal esas lecciones que tuvieron un precio tan elevado. Se ha retomado la apuesta por apretar sin parar las tuercas de las sanciones, aunque, tal como lo muestra la experiencia, es un camino a ninguna parte que sólo lleva a la asfixia socioeconómica de la población norcoreana. En este sentido partimos de que la vía de las sanciones está prácticamente agotada.

Debemos recordar que los medios de presión en estas situaciones deben ir acompañados de una diplomacia de lo más activa. Espero que los colegas iraníes presentes en esta sala no se tomen a mal que cite el ejemplo de su país. La solución en torno al programa nuclear iraní se hizo posible sólo cuando en lugar de aplicar más y más sanciones que únicamente metían la situación en un callejón sin salida, los negociadores hicieron hincapié en la búsqueda creativa de soluciones equilibradas y mutuamente aceptables. Como resultado nació el Plan de Acción Integral Conjunto que se convirtió en uno de los mayores logros de la política internacional de los últimos años y demostró la eficacia de las soluciones político-diplomáticas y la ausencia de alternativas a estas. No existe nada parecido respecto a Corea del Norte.

Sugerimos a los autores del borrador que se incluyera en la resolución una simple mención al menos de la hoja de ruta ruso-china para la distensión publicada en el OIEA como documento INFCIRC/922. Pero recibimos una negativa rotunda bajo unos pretextos que consideramos inventados e inoportunos. Y es que a día de hoy la mencionada hoja de ruta supone la única propuesta detallada para salir del punto muerto. Al mismo tiempo, al rechazar las ideas ruso-chinas, ninguno de los autores de la resolución plantea programas positivos propios. Esta actitud no da motivos para esperar una pronta resolución del problema. No obstante, conseguimos que se incluyeran en el párrafo 13 de la parte dispositiva de la resolución palabras de apoyo respecto a «iniciativas de paz». Lo interpretamos como, al menos, una muestra de apoyo indirecto de la hoja de ruta ruso-china, puesto que aparte de ella sencillamente no hay otras iniciativas de paz.

Durante las negociaciones del texto sugerimos también incluir en él el llamamiento a todas las partes a evitar acciones provocadoras y una retórica beligerante. Los autores nos lo denegaron. Por lo visto, no consideran que esas acciones y esa retórica den motivos para preocuparse. Nosotros tenemos una visión totalmente contraria basada en la Carta de la ONU que dice en particular que son inaceptables las amenezas o el uso de la fuerza en las relaciones entre Estados. Alejarse de este principio fundamental entraña consecuencias desastrosas. Consideramos extremadamente peligrosas las amenazas de borrar de la faz de la Tierra al adversario, sea en Oriente Medio, en el noreste de Asia o en cualquier otro lugar. Las negociaciones del proyecto brindaban la oportunidad de recordarlo, y no sólo a Pyongyang, sino a todos a los que esto atañe. Lamentablemente, los autores del borrador lo vieron excesivo, no se sabé por qué.

También sugerimos añadir al proyecto el encargo a la Secretaría de remitir la resolución acordada a representantes de Corea del Norte. Pero esta propuesta tampoco fue recogida en el documento, puesto que algunos de nuestros socios, por razones que se desconocen, rechazan de plano cualquier contacto del Organismo con Pyongyang.

Por último, quisiéramos subrayar que ahora los Estados miembros tienen que centrar sus esfuerzos en respaldar la disposición del OIEA a someter la actividad nuclear de Corea del Norte a un control internacional incesante y universal de estricta conformidad con lo previso en el TNP y con las funciones estatutarias del Organismo. Apoyamos plenamente los esfuerzos del OIEA en esta dirección.

El OIEA no debe permanecer al margen de los intentos de buscar una solución político-diplomática a la creciente crisis. La dirección del Organismo ha de buscar vías de tender puentes con representantes norcoreanos para impulsarlos a un diálogo sustancial sobre la resolución de los problemas acumulados.

Gracias por su atención.

 


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