Entrevista concedida por el Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, a la cadena televisiva Rossiya 24 para el programa «Entrevistas con María Bóndareva», Moscú, 14 de octubre de 2019
Pregunta: Estamos viviendo en una época cuando existen términos como noticias falsas, filtraciones informativas, cuando se dan casos de escuchas telefónicas, de hackeos de correos electrónicos, etc. ¿Qué tiene que saber el diplomático del siglo XXI? ¿Lo enseñan en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO)?
Respuesta: No creo que el diplomático deba conocer tecnologías de hackeo, de escucha ni nada por el estilo. El diplomático debe estar preparado a que las noticias falsas y los bulos han llenado todo el espacio mediáticos a raíz de los esfuerzos tanto de los aficionados, los hackers, por ejemplo, como de los Estados. Nuestro Gobierno y los servicios encargados han divulgado en numerosas ocasiones las estadísticas de cíberataques perpetrados contra nuestras instituciones públicas como el Servicio de Seguridad, de Inteligencia, el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Banco Central, el Sberbank. Por lo visto, este fenómeno perdurará, el genio se escapó de la lámpara. El progreso técnico alcanzó un nuevo nivel. Lo único en que podemos confiar es que la siguiente etapa de la revolución tecnológica sea menos dolorosa para mantener unas relaciones normales entre Estados y gobiernos.
Entretanto, los estudiantes del MGIMO, sin adentrarse en los detalles técnicos, deben comprender que tendrán que enfrentarse a las consecuencias de estos fenómenos y sucesos. Cuando se filtra la información falsa, en seguida ocupa las primeras páginas de los diarios, las horas de máxima audiencia en la televisión, llena las redes sociales. Una vez digerida esta información, al intentar verificarla uno encuentra pruebas que la refutan, pero a nadie ya le interesa la desmentida. En el mejor de los casos se comentará con letra pequeña que se había cometido una pequeña imprecisión. Para luchar contra ello y saber controlarlo, hace falta ser erudito y preparado a la polémica. Ahora es un requisito muy importante para ser diplomático. No sólo para trabajar en la ONU, la OSCE, el Consejo de Europa y otros foros públicos, sino también en las Embajadas rusas. Los diplomáticos tienen que comunicarse constantemente con la prensa y responder a las infinitas filtraciones. Hay que hacerlo de manera rápida, convincente y, lo más importante, a base de los hechos reales.
Pregunta: ¿Qué reglas siguen funcionando en la diplomacia desde sus tiempos de estudiante del MGIMO? En una entrevista se mencionaba, por ejemplo, que las negociaciones debían realizarse «cara a cara», a solas.
Respuesta: No. Este será un método importante de la diplomacia pero para nada el único. Si me invitan a participar en las negociaciones, acepto la agenda que me ofrecen los anfitriones. Si proponen empezar con una conversación a solas y luego pasar a un formato ampliado, estamos de acuerdo. Si es al revés, también lo estamos. La comunicación a solas siempre permite comprender a una persona mejor que cuando está delante de las cámaras haciendo declaraciones formales y cumpliendo con las normas del protocolo. Pero usted ya ve cómo interpretan ahora las conversaciones cara a cara en Washington, por ejemplo, presentándolo como fuente de todos los pecados mortales. Pero aquí surgen muchas preguntas. ¿Qué pasa entonces con la libertad de acceso a la información? Si absolutizamos este principio, como lo tratan de hacer los demócratas del Capitolio de Washington, habrá que revocar las acusaciones contra Edward Snowden, liberar a Julian Assange y dejar de someterle a torturas, como, por lo visto, le tratan en la prisión preventiva de Gran Bretaña.
En cualquier caso, yo considero las conversaciones cara a cara como una posibilidad de mirar en los ojos del interlocutor y comprender hasta qué punto quiere ser franco. Respeto mucho a los que saben ser francos sin perjudicar las posturas del Estado, que debe defender. Por un lado, suena algo paradójico. No es una combinación simple pero le aseguro que funciona. No recuerdo que alguno de mis colegas que accedían a las conversaciones sinceras conmigo, hubiera perjudicado de alguna manera la política de su Estado.
Pregunta: ¿Qué podría decir usted a los estudiantes del MGIMO o a los que aspiran a ingresar allí? Naturalmente, todos aspiran a ser como usted. ¿Cómo se llega a ser Ministro de Asuntos Exteriores?
Respuesta: No pensar en ello sino hacer bien su trabajo. Les diré sinceramente y modestia aparte: nunca había solicitado ningún puesto de los que me asignaron durante mi carrera. Si lo que yo hacía fue evaluado útil y correcto para el país, sólo me provoca una profunda satisfacción.
Estoy seguro de que los estudiantes del MGIMO serán mejores que nosotros. Varias generaciones de los jóvenes posteriores a la nuestra ya estudiaron en otro ambiente. Además de la famosa escuela clásica del MGIMO, conocida desde los tiempos de la URSS, aquí trabajan unos brillantes profesores: liguistas, historiadores de todas las especializaciones: desde la Roma Antigua y hasta la diplomacia moderna. Nosotros tuvimos las inmejorables posibilidades de recibir formación. Pero los estudiantes de hoy, en el MGIMO y los demás centros de enseñanza superior, tienen, además, la posibilidad de comunicarse con sus coetáneos y las universidades de todo el mundo. El MGIMO participa en el Proceso de Boloña y tiene relaciones de socio con muchas universidades. Desde luego, el conocer las prácticas de otras universidades progresivas del mundo enriquece. Espero que nuestros estudiantes aprovechen esta posibilidad maravillosa y singular.
Pregunta: Conversamos con el Ministro de Cultura de la Federación de Rusia, Vladímir Medinski, también ex alumno del MGIMO. El recordó que en sus años universitarios había aprendido a hacer pegamento de la harina para pegar los periódicos estudiantiles. Aseguró que era el mejor pegamento que hubiera hecho jamás. ¿Usted tiene algún recuerdo de la vida universitaria?
Respuesta: Yo no pegaba periódicos aunque sí participaba en la elaboración del periódico Mezhdunaródnik que sigue editándose. Ahora es una edición impresa, antes se escribía y se dibujaba a mano sobre unos grandes folios que se colocaban en el suelo y se pegaban entre sí. Lo hacíamos en el rellano de la escalera en el edificio antiguo, 4-5 personas, nos reuníamos después de las clases y cada uno hacía su parte.
Pregunta: ¿Hacían ustedes su propio periódico?
Respuesta: Era un periódico del Instituto. Participé en varias ediciones. No me acuerdo ya si con un artículo o algo más. También trabajé en las Brigadas Estudiantiles de Construcción, donde hacíamos «pegamento» de otro tipo – el hormigón. Trabajé cuatro años seguidos en las obras de la Torre de Televisión de Ostánkino en Moscú, luego en Tuvá, Jakasia, Yakutia y cerca de Vladivostok.