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Discurso del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, ante el público griego, Atenas, 2 de noviembre de 2009

1854-03-12-2009

La situación en la Región Euroatlántica y las relaciones ruso-helénicas

Estimadas señoras y señores, amigos,

Creo que en el mundo no hay muchos países que estén unidos tanto por la historia prolongada de amistad sincera como son Rusia y Grecia. Las relaciones ruso-helénicas siempre se edificaban sobre el sólido fundamento de la confianza y la simpatía recíproca de nuestros pueblos. También hoy continúan desarrollando con éxito, se llenan de nuevo contenido y se distinguen por el alto nivel de entendimiento en los más diversos ámbitos.

Volviéndonos hacia el pasado podemos decir sin exagerar que los sentimientos de la amistad y respeto mutuo están presentes en nuestros pueblos casi en el nivel genético. Estoy seguro que difícilmente sea posible hacernos renunciar a esta comunidad probada de destinos y valores históricos que se manifiesta también en la armonía de los intereses de nuestros países hoy en día.

De Bizancio a Rusia llegó la ortodoxia y junto con ésta, muchos rasgos culturales y civilizacionales que ejercieron influencia en la formación de nuestra idiosincrasia nacional, incluido el sistema de gobierno, la filosofía, la pintura y los principios de la urbanística.

Rusia tampoco quedó en deuda. No pocos griegos hallaron en Rusia su segunda patria y hacían servicio público. El ejemplo más brillante es la suerte de Ioannis Kapodistrias, primer gobernador del Estado helénico independiente, quien a lo largo de unos años dirigía de hecho el MAE ruso ocupando el cargo clave de Secretario de Estado para los Asuntos Exteriores.

La diplomacia rusa contribuía activamente a la redacción y aprobación de la Constitución de la República de las Siete Islas, prototipo del Estado nacional griego. Posteriormente nuestro país apoyó a los griegos que habían desplegado la lucha de liberación nacional por hallar la independencia estatal.

La victoria en la batalla de Navarino ganada por la escuadra rusa del mar Mediterráneo coadyuvó a la creación de las condiciones para iniciar las negociaciones sobre la independencia del pueblo griego. El establecimiento en 1828 de las relaciones diplomáticas entre Rusia y el Estado Helénico fue otra confirmación del respeto y la aspiración a fomentar la cooperación entre los dos países y pueblos.

Desde aquel entonces, a lo largo de 180 años Rusia y Grecia nunca se enemistaban. En el transcurso de ambas guerras mundiales éramos aliados y contribuíamos con esfuerzos comunes a conseguir la victoria sobre el fascismo cuyo 65º aniversario el mundo celebrará en mayo del año que viene. El pueblo griego, armas en mano, a precio de enormes víctimas resistía ante la máquina militar fascista. Sabemos cómo rinden homenaje en Grecia a la memoria de la generación heroica de guerra que defendió los valores de la civilización, sus familias y pueblos y el derecho al desarrollo soberano y a la vida misma.

En nuestros días se olvida en ocasiones cuántas probabilidades de organizar la resistencia colectiva a los planes de la hegemonía nazi en Europa fueron perdidas. A muchos les parecía preferible intentar de canalizar la agresión alemana al Este. Hoy día algunas personalidades declaran abiertamente que los colaboracionistas, que, en rigor, son copartícipes de los crímenes nazis, "tenían el derecho a luchar por la independencia" en uniforme nazi. Hay que recordar todo esto cuando oímos la tesis falsa de la responsabilidad igual de la Alemania nazi y la Unión Soviética por el deslizamiento de nuestro Continente al abismo de guerra. Es cínico paralelar a quienes se planteaban el objetivo de exterminar pueblos enteros y los libertadores de Europa de la peste marrón.

Rusia significa una actitud honesta hacia la historia. El siglo XX dejó heridas profundas en la memoria de los pueblos de Europa y del mundo entero. Revoluciones, dos guerras mundiales, la ocupación nazi, la tragedia del Holocausto y la época de regímenes totalitarios que trataban sin ceremonias los derechos civiles y libertades políticas e imponían единомыслие la comunidad unificada de ideas obligatoria para todos. Pero nadie pudo privar a la gente de su libertad interna que pasó a ser la fuerza motriz principal de los cambios en la Unión Soviética y en Europa en general. Lamentablemente la evolución después de la guerra emprendió el camino de desintegración de la coalición antihitleriana y el camino de la "guerra fría" cuyos imperativos geopolíticos crearon la Europa dividida.

Los sucesos trágicos de los años 30 y 40 del siglo pasado contienen serias enseñanzas para todos. La pacificación del agresor, la plaga del nacionalismo, las ideas de que unos pueblos pueden vivir esclavizando a otros y de que alguien tiene más derechos al "espacio vital" se tornan tarde o temprano contra sus autores, y la resistencia al mal grande requiere esfuerzos colectivos oportunos.

Pero hay otra lección que dimana de la atormentada historia de Europa. Toda la experiencia del período entre las dos guerras mundiales, de la Paz de Versalles al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, testimonia convincentemente la imposibilidad de crear en la Región Euroatlántica de un sistema eficaz de la seguridad colectiva sin la participación de Rusia, los países europeos y los EE.UU. Este enfoque es especialmente actual hoy día, cuando nuestro país emprendió el camino del desarrollo democrático y la política exterior pragmática y desideologizada. El mundo va cambiando precipitadamente ente nuestros ojos, y en esas circunstancias pasa a ser imperativa la armonización de las relaciones internacionales así como la aproximación e interdependencia de las culturas y economías.

La aspiración a formar en el espacio euroatlántico el sistema de seguridad indivisible subyace la iniciativa lanzada por el Presidente Dmitri Medvédev de concertar el Tratado de la Seguridad Europea, jurídicamente obligatorio. Su esencia consiste en convertir en compromisos jurídicos los acuerdos políticos, aprobados anteriormente en la OSCE y el Consejo Rusia–OTAN, sobre el no-refuerzo de la seguridad de un país a costa de los demás. Si lo hubiéramos hecho antes, tal vez no habría ocurrido la crisis del Cáucaso del año pasado ni el apoyo a la independencia de Kosovo proclamada unilateralmente.

Rusia no propone destruir las estructuras o instituciones que actúan en Europa, sea la OTAN, la OSCE u otras. Invitamos no sólo a los Estados de la Región Euroatlántica a convertirse en partícipes del Tratado sino también a los organismos mismos, incluidas la OTAN, la OSCE, la UE, la CEI y la OTSC, es decir todas las estructuras que actúan en la Región Euroatlántica en el campo de la seguridad político-militar o, tal como la llaman, la seguridad rígida.

Se trata de un campo legal único de la seguridad en la Región Euroatlántica. Garantías sólidas e iguales de la seguridad a todos los países, indistintamente de si pertenecen a alianzas militares, proporcionarían un sistema de coordenadas común obligatorio tanto para los Estados como para los organismos internacionales que actúan aquí.

En esos días hemos difundido el proyecto de Tratado de la Seguridad Europea para que todas las partes interesadas lo estudien. El Presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, lo envió, junto con su mensaje verbal, a todos los mandatarios de los Estados de la Región Euroatlántica y a todos los Jefes Ejecutivos de los organismos que he enumerado. Confiamos en una reacción constructiva y concreta a la esencia de nuestra iniciativa. No es correcto cuando las declaraciones políticas aprobadas al nivel más alto se traduzcan al lenguaje de acciones prácticas. Y se lo puede hacer convirtiendo esas declaraciones en obligaciones jurídicas.

Hoy en día también es evidente la importancia de la elaboración de reglas precisas de prevención y arreglo pacífico de los conflictos sobre la base de los acuerdos entre las partes, sin decisiones unilaterales y respetando los formatos de negociaciones y de pacificación. El arreglo debe ser por etapas: los compromisos de no hacer uso de la fuerza, las medidas del refuerzo de la confianza, el diálogo entre las partes. La experiencia de los conflictos en los Balcanes y en Transcaucasia demostró convincentemente a qué conducen las infracciones de los principios mencionados y la aplicación de dobles estándares. Hay que empezar por no hacer uso de la fuerza. Los últimos tres años, mucho antes de que el Presidente Mijaíl Saakashvili diera la orden de matar a los surosetos a quienes consideraba sus ciudadanos, en el marco de los mecanismos acordados entre los georgianos y surosetos y abjasios y aprobados en la ONU y la OSCE, proponíamos que las partes en conflicto convinieran en no hacer uso de la fuerza. Tiflis lo rechazó y ahora entendemos por qué. Por lo visto, sí que tenía planes de hacer uso de la fuerza. Esto nos preocupa mucho. Ahora estamos convencidos de que las discusiones que empezaron y siguen en Ginebra de conformidad con el Plan Medvédev–Sarkozy y que están dedicadas a la estabilidad en Transcaucasia y a los derechos legítimos de los refugiados y personas desplazadas deben ayudar sin falta a elaborar acuerdos sobre el no-uso de la fuerza. Será el primer paso que se dará hacia la confianza y la estabilización de la situación. Esperamos que sea dado.

La superación de la inercia, todavía sensible, de la división que se produjo en los años de la "guerra fría" –en sus dimensiones militar, político, ideológico y otras– debe ser resultado de la comprensión conjunta de la nueva realidad del mundo en globalización. Sin reestructurar la política euroatlántica sobre los principios colectivos y de Derecho, sin superar los enfoques de confrontación de la época pasada –que, a propósito, conllevan la lógica de "recuas" ilimitadas de extensión de la OTAN– no nos elevaremos al nivel necesario para resolver los problemas reales comunes que afrontamos: desde el terrorismo y la delincuencia organizada la seguridad energética y los cambios climáticos.

Las discusiones útiles que tuvieron lugar en el transcurso de la sesión del Consejo de Ministro de Asuntos Exteriores de la OSCE que acaba de terminar en Atenas atestiguan que muchos en Europa comienzan a pensar seriamente en esto.

Apoyamos el intercambio de opiniones que se está desplegando en el marco del Proceso de Corfú iniciado por la presidencia griega en la OSCE. Creemos que el aumento de la eficacia de la OSCE previsto por el Proceso de Corfú en el contexto del enfoque universal ya está madurado desde hace mucho. A este efecto Rusia propone acelerar la aprobación de la Carta de la OSCE y de reglas claras de su actuación en todos los campos de conformidad con los principios del Acta Final de Helsinki.

Tanto en los asuntos europeos como en los mundiales ha llegado la hora de "recoger piedras". Con el ascenso al poder de la Administración de Barack Obama se abrieron las posibilidades para rectificar las relaciones ruso-estadounidenses sobre los principios de igualdad de derechos y consideración de los intereses de cada cual, y esas posibilidades ya se realizan sobre la base de los acuerdos de los Presidentes de Rusia y los EE.UU. En Ginebra se trabaja para redactar el proyecto del nuevo Tratado AOE .Preverá pasos sin precedentes para seguir bajando el nivel de potenciales nucleares. Estoy convencido de que ello favorecerá tanto las relaciones ruso-estadounidenses como la seguridad estratégica global. Otros acuerdos de los Presidentes de Rusia y los EE.UU., incluidos los relativos a la cooperación económico, comercial y cultural, también se están realizando. Fue instituida la Comisión Presidencial para las Relaciones Ruso-Estadounidenses. En esta Comisión hay más de una docena de grupos de trabajo. Todos ellos ya se han reunido y se reunirán en este año, y luego Hillary Clinton y yo, siendo coordinadores de la Comisión, informaremos a los Presidentes sobre el cumplimiento de sus encargos y pediremos otros encargos nuevos para seguir trabajando.

Estamos dispuestos a realizar una cooperación constructiva también dentro del Consejo Rusia–OTAN cuyas laborees fueron congeladas no por nuestra iniciativa. Pienso que no fue correcto. El Consejo Rusia–OTAN se instituía para estudiar los problemas complicados. Si trabajara en circunstancias favorables, el valor de este mecanismo difícilmente fuese considerable. Nuestros socios han revisado su decisión de congelar las relaciones Rusia–OTAN. Ya ha tenido lugar la reunión ministerial informal en Corfú. Ha sido útil, y el 4 de diciembre en Bruselas celebraremos la sesión oficial del Consejo Rusia–OTAN tras una pausa bastante prolongada. Se está redactando para la sesión un paquete de documentos dedicados a nuestro trabajo conjunto y a los principios que queremos promover dentro del Consejo. Creo que existen todas probabilidades para que las relaciones entre Rusia y la OTAN pasen a ser cualitativamente nuevas, mutuamente beneficiosas y equitativas, lo cual permitirá aportar más eficazmente a la solución de los problemas de la seguridad euroatlántica. Porque sin jugadores en este espacio, tales como la OTAN y Rusia, difícilmente se puede deliberar sobre las ideas relacionadas con la seguridad político-militar en nuestro Continente.

Uno de los pilares de la nueva Europa sin líneas divisorias debe ser nuestra colaboración estratégica con la Unión Europea. Nos proponemos desarrollar los vínculos en todos los derroteros teniendo en cuenta el papel que desempeñan Rusia y la UE como las formaciones geopolíticas más grandes en el Continente Europeo. En el futuro el significado de nuestra colaboración irá creciendo, lo cual se comprueba por los resultados positivos de la Cumbre Rusia–UE en Estocolmo. Estamos reconocidos a nuestros amigos griegos por el apoyo eficaz de una integración más estrecha de Rusia y la Unión Europea. A este respecto conviene recordar que el acuerdo de Relaciones de Socios y Compañías entre Rusia y la UE vigente fue firmado en la isla de Corfú justamente durante la presidencia griega en la Unión Europea en 1994. Por lo visto, Corfú es una zona de energía positiva donde se puede ponerse de acuerdo sobre los más diversos temas. El Acuerdo vigente, desde luego, caducó un poco durante los últimos 15 años. Nuestra colaboración ha pasado a ser mucho más profunda. Actualmente trabajamos para redactar un nuevo Acuerdo entre Rusia y la UE sobre la colaboración estratégica que refrendará la nueva calidad de las relaciones con la Unión Europea, incluso teniendo en cuenta los cambios habidos dentro de la Unión Europea debido a la entrada en vigor del Tratado de Lisboa.

Uno de los componentes importantes de la cooperación ruso-griega es la coincidencia o proximidad de los criterios de los problemas claves de la época actual. Coincidimos en la necesidad de observar estrictamente las normas universales y los principios del Derecho Internacional, en el entendimiento de los procesos objetivos en la formación del orden mundial policéntrico y en el rechazo de los métodos unilaterales, tanto más los de fuerza, del arreglo de los conflictos regionales.

Colaboramos intensamente con en la ONU, el Consejo de Europa, la OSCE, la Organización de la Cooperación Económica del Mar Negro y en otros foros internacionales. Nuestra cooperación va extendiéndose y abarca muchos ámbitos, incluidos los de la seguridad y la lucha contra el terrorismo internacional. Estamos interesados en consolidar la coordinación de nuestras acciones.

El arreglo de Chipre es un ejemplo de la colaboración política constructiva de Rusia y Grecia. Nuestros países se pronuncian firmemente por que todos los esfuerzos que se hacen para llegar al acuerdo se basen en el Derecho Internacional y en las Resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de la ONU. La comunidad internacional, en primer ligar representada por la misión de "buenos servicios" del Secretario General de la ONU, debe ayudar a organizar el trabajo y estimular el movimiento de las partes hacia el acuerdo, pero en ningún caso imponer soluciones inventadas ni establecer plazos artificiales del acuerdo. Saludamos el proceso que se desarrolla en el marco de los contactos entre el Presidente de Chipre Dimitris Christofias y el líder turco-chipriota Mehmet Ali Talat. Trabajan según el principio "no causes daño" y solucionan los problemas concretos, aunque no los más importantes, consolidando así la confianza. Únicamente así es posible avanzar hacia el acuerdo.

Entre nuestros países se realiza un diálogo político intenso. Las conversaciones al nivel de Jefes de Estado y de Gobierno marcan la cadencia de nuestra colaboración bilateral y determinan los lineamientos prioritarios de la aplicación de los esfuerzos comunes.

La realización de los proyectos estratégicos conjuntos, en primer lugar en materia de energía, confiere estabilidad y el carácter a largo plazo a las relaciones económicas.

Los sucesos de los últimos años confirman el carácter correcto de la opción estratégica a favor del proyecto "Corriente del Sur". Nuestro trabajo conjunto para realizarlo cuanto antes permitirá garantizar la diversificación de las rutas de suministros de los energéticos rusos a Europa Occidental, incluida Grecia, y evitar las situaciones cuando los países consumidores pasan a ser rehenes de la situación política interior en los países de tránsito. La parte rusa hace un aporte ponderable en el desarrollo de la infraestructura de gas natural de Grecia.

Es prometedora la perspectiva de nuestros lazos en materia técnico-militar, científica, cultural y turística. La comunidad histórico-espiritual crea las condiciones para una suceptividad especial de los rusos y los griegos a los logros culturales de cada cual y sienta una base sólida para incrementar la colaboración en materia de educación e información. En el transcurso de la reunión con Georgios Papandreou hemos discutido detalladamente sobre el particular y hemos acordado redactar un nuevo convenio de la cooperación científica y cultural. Hemos acordado intercambiar en 2013 y 2014 actos grandes: el Año de la Cultura Rusa en Grecia y el Año de la Cultura Griega en Rusia. Nos hemos convenido asimismo en que nuestros politólogos se comuniquen más intensamente entre ellos y discutan los temas de la seguridad y otros temas políticos que llaman la atención de los expertos.

Estamos reconocidos especialmente por la postura hoy confirmada por Georgios Papandreou. Ha dicho que apoyará la lengua rusa en Grecia. Las familias que hablan ruso y quieren que sus hijos hablen ruso deben obtener la máxima asistencia de parte del Estado. Lo consideramos muy importante para seguir manteniendo nuestra proximidad espiritual, histórica y humana.

Las buenas relaciones entre Rusia y Grecia es nuestro patrimonio común. Grecia para nosotros es un amigo probado y socio seguro. Pienso que nuestras relaciones no perderán el dinamismo de los últimos años sino que se desarrollarán aún más. Estoy seguro de que con esfuerzos comunes sabremos elevar nuestras relaciones en un nivel aún más alto, en bien de cada uno de nuestros Estados, en bien de la amista entre nuestros pueblos y en bien de la estabilidad en esta parte de Europa y en el Continente entero.

Quiero expresar mi reconocimiento sincero a la Sociedad de la Amistad Ruso-Griega y otras organizaciones sociales representadas hoy aquí por esta posibilidad de relatar cómo vemos las relaciones bilaterales y cómo vemos la perspectiva de la seguridad en Europa. Pido una vez más transmitir mi gratitud sincera al Presidente y al Primer Ministro de Grecia por las buenas palabras de saludo que han dirigido a nuestro acto de hoy. Son salutaciones informales, están llenados de una actitud enjundiosa hacia nuestros lazos. De cierto, ustedes han prestado la atención a que abarcamos de la manera igual la mayoría de los temas. Garantizo que nosotros no hemos acordado de antemano nuestros discursos ni con el Presidente ni con el Primer Ministro de Grecia, pero si han coincido en algo, esto refleja la realidad objetiva. Así es y será por muchos años.

Les agradezco la atención.

3 de diciembre de 2009

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